Celebrando al Jesús Negro – un reportaje fotográfico | Colombia

El Mesías nació en febrero. A los antepasados ​​de Quinamayó, negros raptados en África, no se les permitía celebrar la Navidad en diciembre. Era un mes exclusivo para los propietarios de haciendas. Es por esto que los antepasados ​​de Quinamayó decidieron celebrar sus propias festividades 45 días después de la fecha dictada por la Iglesia Católica, al mismo tiempo que la Virgen María mantuvo su régimen una vez que dio a luz.

Una mujer levanta la figura del Niño Jesús NegroDetalle de un bebé en un recipiente de madera, que será utilizado por 'Ecos del Tambor' para su presentación en QuinamayóUn rosario con símbolos religiosos y un tabor y una flautaSheryl Nicole Gómez, de nueve años, como la Virgen María

  • En el sentido de las agujas del reloj desde arriba a la izquierda: una mujer levanta la figura del Niño Jesús negro; un bebé en un recipiente de madera antes de su presentación en las fiestas; Sheryl Nicole Gómez, nueve, como la Virgen María; un rosario con símbolos religiosos y una pandereta y una flauta

Es un acto de resistencia cultural y racial preservado por más de 170 años por los habitantes de la localidad, ubicada en el sur del departamento del Valle del Cauca. Cuando llega la fiesta, los niños interpretan personajes bíblicos del Nuevo Testamento, las matronas -los líderes- se visten con sus trajes típicos y casi todo el pueblo baila la juga, un género musical de Quinamayó.

La procesión navideña más importante de Quinamayó es la conocida como Camino de Belén, encabezada por dos niños vestidos como María y José, mientras tres jóvenes hacen el papel de padrinos del Niño Jesús negro.

  • Arriba: La procesión navideña más importante de Quinamayó es la conocida como Camino de Belén, encabezada por dos niños que se disfrazan de María y José, mientras tres jóvenes hacen de padrinos del Niño Jesús Negro. Derecha: Un grupo folclórico baila alrededor de una fogata formada por antorchas en la plaza principal del pueblo.

Un grupo folclórico baila alrededor de una hoguera formada por antorchas en la plaza principal del puebloDos hombres bailan al ritmo de la JugaHeiber Fajardo disfruta de los juegos pirotécnicos que cierran las fiestas de Quinamayó

  • Arriba a la izquierda: Los hombres bailan al son de Juga, un ritmo indígena que utiliza instrumentos como el saxofón, la tuba, el clarinete, la trompeta y los tambores. Arriba derecha: Heiber Fajardo disfruta de los juegos pirotécnicos que cierran las fiestas de Quinamayó

Mirna Rodríguez, matrona y cantante, dice: “Son niños de la comunidad que se visten de ángeles, que dan la ceremonia antes de la llegada de Dios a la Tierra; como soldados, que son los que guardan su camino; como María y José; como la Estrella de Belén, interpretada por una niña que marca el camino a seguir, y el padrino y las dos madrinas, que cargan la cesta donde reposa el Niño Jesús negro.

En Quinamayó hay puro sincretismo. El orgullo de sus raíces africanas no está reñido con el fervor católico de algunos de sus habitantes. Veneran figuras religiosas con rostros negros, para sentirse identificados.

Daniela Hurtado practicó el violín en la escuela Sixto María Rojas antes de iniciar su actuación.

  • Arriba: Daniela Hurtado practica el violín en la escuela Sixto María Rojas antes de iniciar su actuación. Derecha: Melissa Mosquera, representante del colegio Sixto María Rojas, dice: “Quiero luchar por mi comunidad, por preservar nuestra identidad racial y cultural. Extremo derecho: Sarahy Andrea Peña es una de las madrinas del Niño Jesús Negro.

Melissa Mosquera, representante del colegio Sixto María Rojas, declara Sarahy Andrea Peña, de 17 años, es una de las madrinas del Niño Jesús negro.

Para Wilmer Izajar, profesor de Cátedra Afro en la escuela del pueblo, “tener la piel negra no es suficiente para reconocerse afro. Debes volver a tu historia ya tus costumbres. Izajar dice que Quinamayó nació como un palenque, una expresión colombiana para las comunidades descendientes de esclavos que huyeron de las haciendas.

“Después de salir de Hacienda Japio, descendieron por el río Quinamayó. Y por eso el nombre de esta ciudad, por este río que les ayudó a alcanzar la libertad”, recuerda Wilmer Fernando Izajar, docente de la Institución Sixto María Rojas.

Alicia Bermúdez Carabalí, de 75 años, ha sido una de las principales animadoras culturales de la Navidad en los últimos años.Óscar Zamora, de 35 años, es miembro de Ecos del Tambor, de la comunidad cercana de Robles.Isabella Sandoval luce traje elaborado para conmemorar el Día de la Afrocolombianidad

  • Arriba: Alicia Bermúdez Carabalí, de 75 años, ha sido una de las principales animadoras culturales de la Navidad en los últimos años. “Sin embargo, sigo siendo una católica muy devota y respetuosa de mis raíces afro”, dice. Arriba a la izquierda: Óscar Zamora, integrante de Ecos del Tambor, de la comunidad vecina de Robles. Arriba a la derecha: Isabella Sandoval usa un traje hecho para conmemorar el Día de la Afrocolombianidad.

Lo que antes era un símbolo de represión ahora se reinterpreta como un acto de resistencia y libertad. Este es el caso de la juga, que no sólo es un género musical interpretado principalmente por instrumentos de viento, sino también una danza que se ejecuta arrastrando los pies. Es una referencia directa a cómo tenían que caminar las personas con grilletes en los tobillos, pero la juga lo convierte en pasos de baile, que se realizan en todo tipo de fiestas.

La gente baila al ritmo de la juga en la plaza principal de QuinamayóDos integrantes de 'Ecos del Tambor', del municipio de Robles, posan para un retrato.Una niña vestida de Estrella de Belén contempla el atardecer en Quinamayó.Vestido de Emelyn Andrea Belalcázar de seis años por el Día de la Afrocolombianidad en Quinamayó.

“Tal vez los jóvenes están perdiendo algo de esa historia y por eso la seguimos enseñando en la escuela”, dice Izajar. Según los vecinos mayores de 60 años, las celebraciones navideñas ya no son tan multitudinarias como antes, ya que ahora dependen totalmente de los recursos públicos estatales, y hay años en que las festividades no se realizan, como sucedió en 2022 a causa de la tercera. Pico de covid.

En todo caso, Quinamayó sigue siendo un referente de la identidad afrocolombiana en el sur del país. En una ciudad que parece congelada en el tiempo, con sus calles empedradas y sus casas tipo rancho, las expresiones culturales y espirituales no mueren, ni siquiera entre las generaciones más jóvenes.

Bocachicos cuelgan de un cerco frente a una casa en Quinamayó. Detalle de la fachada de una casa en Quinamayó.Un cuadro de la Sagrada Familia cuelga frente a una de las casas más antiguas de QuinamayóCalle principal, una de las pocas vías asfaltadas de Quinamayó

Creo que este proyecto en curso, que comencé en 2019, es importante hoy, porque Colombia es un país racista. Crecimos con la idea de “mejorar la raza”, como si los afrodescendientes fueran una población que había que arreglar. Y hoy, el racismo se manifiesta con comentarios discriminatorios en la calle o en las redes sociales. El pueblo de Quinamayó lucha contra esto manifestando un sincretismo que invita a reflexionar sobre nuestra diversidad racial y cultural en Colombia.

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